Una araña tejía su telaraña entre tres ramitas secas de un nuevo naranjo: iba y venía, venía y se iba. Cuando terminó, se refugió en una insignificante hojita en medio de su maraña de hilos.
El sol se fue y una tormenta tomó su lugar en el cielo, el viento movía la frágil rama y las gotas de agua la amenazaban con destruir.
Pasó la lluvia y el sol regresó y la telaraña relucía triunfante ante la vista de cualquier caminante...
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